La información visual que recogen los fotorreceptores de la retina se envía al cerebro a través del nervio óptico.

Cuando la cabeza del nervio óptico está sana vemos una coloración rosada, con límites bien definidos y una excavación central redonda.

Múltiples variaciones en su aspecto no son siempre indicativos de una mala función del nervio. Como en el caso de las fibras de mielina o de algunas drusas del nervio óptico.

El nervio óptico sin vida adopta un color pálido como en el caso de una atrofia traumática.

El glaucoma, primera causa de ceguera irreversible en el mundo, causa un aumento de la excavación y la muerte de sus fibras. Este proceso, cursa sin síntomas hasta que ya está muy avanzado.

En otros casos, cuando se produce un infarto del nervio se conoce como una neuritis óptico isquémica anterior. En esta, se pierde visión al instante en la mitad del campo visual.

Procesos inflamatorios ocasionan borrosidad de los bordes del nervio con frecuencia asociada a una exudación radial. En estos casos se debe descartar la presencia de enfermedades infecciosas.

Actualmente, contamos con técnicas de diagnóstico por imagen con las que podemos conocer el estado de las fibras del nervio óptico. Entre estas destaca la tomografía por coherencia óptica (OCT) como una de las más utilizadas en el diagnóstico precoz de estas enfermedades.

Dr. José Gutiérrez Amorós